En lo alto de las montañas de la cordillera central de los Andes, se encuentra una ciudad que cada día está 2600 metros más cerca a las estrellas, mi amada y adorada Bogotá. Un día como hoy en 1548, en su cumpleaños quiero recordarla y rendirle tributo al lugar que me vio nacer.
Bogotá, la capital de Colombia es una ciudad caótica. Tuve la fortuna de vivir durante 27 años en el centro de la ciudad, cerca al barrio La Candelaria. Allí transcurrieron los recuerdos de mi niñez, adolescencia y juventud. Recuerdo con nostalgia las caminatas por las calles pequeñas del barrio más turístico de la ciudad. Cada vez que algún familiar de otra región de Colombia o amigos de otro país venían a visitarnos, mi misión (que gustosa siempre cumplí) era la de recorrer la Plaza de Bolívar, la calle 10ma, la calle 11, ir al Chorro de Quevedo, al Museo Casa de la Moneda y terminar en el Museo del Oro.
Nunca tuve miedo de vivir en el centro, podría decirse que mi barrio era de los más privilegiados del sector al estar rodeado por universidades de alto nombre como La Tadeo, La Rosario, El Externado y la más famosa, Los Andes. Eso sí, nunca sobró tener cuidado.
Mis mañanas empezaban con la luz entrando por el oriente, y tal como las imágenes que dibujábamos cuando niños, en medio de las montañas, salía el sol sin falta. No sé cuantas fotos tomé a lo largo de los años de este paisaje, hasta que construyeron unas viviendas estudiantiles que ocultaron las montañas de mi ventana. Pero así es Bogotá, su belleza esta ante nuestros ojos y no importa los obstáculos que se interpongan, ella siempre muestra su lado amable.
Son muchos los que por diferentes motivos se han mudado a vivir en mi ciudad. Es verdad lo que algunos de ellos dicen que Bogotá puede ser hostil e intimidante, pero también es desafiante, misteriosa y llena de sorpresas. Todos los que hemos vivido allí, sabemos que nunca hay dos días iguales.
A miles de kilómetros de distancia, añoro recorrer las calles de Teusaquillo, tomar café con pan rollo, tomar el SITP, caminar varias cuadras para llegar de un lado a otro, una cerveza de Bogotá Beer Company, subir a Monserrate y verla desde tan lejos pero tan cerca.
No todo es positivo en “la nevera” como le suelen decir por el frío de su clima, todos los que la conocemos sabemos de la cantidad de defectos que le caben a mi pobre ciudad. Bogotá acoge a todos, sin importar su pasado, presente o futuro, mi ciudad siempre tiene las puertas abiertas. Millones de personas han llegado de diferentes zonas y han encontrado un lugar al que pertenecen y al que ahora llaman hogar. En Bogotá, una Manizaleña y un Cartagenero coincidieron, esta afortunada coincidencia permitió que yo hoy este aquí.
Espero pronto volver a las calles que me vieron crecer, comer las delicias que solo se ven en mi ciudad y darle las gracias por formar carácter en todos los que vivimos allí. A pesar de sus defectos, es una ciudad que siempre sobresale y bajo una lupa total y absolutamente subjetiva, Bogotá es mi ciudad favorita, la ciudad que está 2600 metros más cerca a las estrellas.
No es la más turística y tal vez le falta mucho para ser un lugar más seguro y agradable para vivir, pero le debo todo lo que soy. En Bogotá aprendí a caminar, a hablar, a leer y escribir. Conocí a mis amigos y al amor de mi vida. En Bogotá lloré, reí, canté, me enamoré y más…. todo lo que soy, se lo debo a Bogotá, mi amada ciudad que entre sus montañas viven con nostalgia mis recuerdos.
Hoy desde Australia, reconozco que Bogotá es parte de lo que soy y lo que seré. ¡Feliz cumpleaños amada ciudad!