En Los Ángeles encontramos «La Última libreria».

Al pensar en el Estado de California en Estados Unidos, por lo general se nos viene a la mente las ciudades más conocidas: Los Ángeles y San Francisco.

Por cuestiones de conectividad aérea, la primera parada o escala de muchos turistas suele ser Los Ángeles. Una ciudad ENORME, reconocida por ser la casa de las grandes producciones de cine y por sus contrastes culturales y sociales.

Spoiler Alert: Este post está lleno de anécdotas.

¿Las historias pueden perpetuar estereotipos?

Gracias al cine, se han construido realidades de diferentes lugares del mundo. En ocasiones son retratos de una nación, otras es la percepción americana de un lugar y la perpetuación de estereotipos.

Un claro ejemplo es la infame escena de Sr. y Sra. Smith, en la cual los personajes interpretados por Brad Pitt y Angelina Jolie se conocen en Bogotá, Colombia. Al mostrar la ciudad, tenían todas las referencias erróneas: Tierra caliente, no hay carreteras, ni edificios, se ven gallinas en las calles y todos con un acento mexicano. (Por algo es que muchos estadounidenses piensan que Latinoamérica es un México gigante, o diferentes Méxicos, y dicen este país no porque reconozcan su cultura, si no porque probablemente no conocen otros nombres de países pertenecientes a América Latina). En fin, todo mal.

Gracias a esta experiencia cinematográfica, supe que no debo juzgar una ciudad por lo que muestra la visión de Hollywood. Por lo tanto, no debía pensar que Los Ángeles era un lugar lleno de pandillas, en donde se dan balaceras en todo lado y que la policía persigue a las personas de minorías étnicas. (Aunque desprenderse de esos estereotipos, debo reconocer, no es fácil).

A pesar de ser fanática del cine, nunca había considerado ir a Los Ángeles y ahora ya he ido dos veces.

Ahora sí, la visita a Los Ángeles

Esta fue mi segunda vez en L.A. Durante la primera visita estuve pocos días y todo se centró en la parte más turística que es Hollywood. Allí mi hospedaje fue en un lugar económico, cómodo y cercano al paseo de la fama. No se asusten con el nombre, en otros países no significa lo mismo. Motel 6, es una cadena de moteles de bajo costo con una gran reputación. Familias enteras se quedan allí. Lo que significa motel en cualquier país, menos Colombia aparentemente, es Motor Hotel, que es un hotel económico para los conductores y una excelente opción para ahorrar unos cuantos dólares.

Para la segunda estadía, quisimos conocer otras zonas de la ciudad. Eso me lleva a aconsejarles revisar bien su plan de viaje para Los Ángeles, es una ciudad enorme que ofrece gran cantidad de atractivos, es importante que ubiquen en donde van a centrar sus recorridos y en esa zona busquen su hospedaje.

Downtown L.A fue nuestro lugar de arribo esta vez. Después de 7 horas de vuelo directo desde Bogotá, llegamos cansados con ganas de dejar nuestra enorme cantidad de maletas (después les cuento la historia de las maletas) y buscar algo de comer. La primera estación fue nuestro airbnb que encontramos en un antiguo hotel el cual fue renovado para ser un edificio de apartamentos. En el ascensor tuvimos la suerte de encontrarnos con una mexicana que nos ayudo a sostener la puerta mientras ingresábamos y fue realmente amable, cosa que no pudimos decir todos los personajes que nos encontramos. Hay un par de anécdotas en el ascensor que me gustaría contarles en otro post.

Al salir a buscar algo de comer, entramos al primer restaurante que google nos dijo que estaba abierto. Nos fuimos sentando como Pedro por su casa, hasta que la Hostess nos preguntó si teníamos reserva (¡qué oso!), al decirle que no, nos ubico en una mesa compartida y procedimos a ordenar.

Ustedes llegarán a este punto y dirán: ¿qué tiene que ver la comida con una libreria?, bueno acá va:

Al día siguiente, ya descansados fuimos a conocer downtown L.A, nos perdimos en sus calles llenas de teatros antiguos, algunos restaurados para seguir funcionando, unos modificados para ser otro tipo de negocio, algunos tristemente abandonados. Encontramos edificios enormes, equipos de grabación casi en cada rincón, edificios históricos, y muchas cosas más. Pero en una esquina entre todos los letreros y ruido de la ciudad apareció un anunció neón que de inmediato llamó mi atención: The Last Bookstore.

Foto: Laura Bermúdez

Como si me hubiesen lanzado una carnada, entré sin darme cuenta, y allí estaba delante de mis ojos una de las librerías más grandes y particulares que he conocido en mi vida. En su colección se encuentran tanto libros recientes como de segunda mano. El primer piso está diseñado para ubicar por temáticas las novedades literarias.

Foto: Sergio Pérez

En el enorme segundo piso, inician las “excentricidades”, laberintos, túneles, cajas fuertes, y más cosas formadas con libros hacen parte de su magia. Al reunir tantos ejemplares, esta libreria es una de las más grandes y reconocidas de la ciudad.

En su momento, con la llegada de las nuevas tecnologías muchos “expertos” declararon que los libros en físico tenían los días contados. Pero varios años han pasado ya y a pesar de no tener el auge de antes, todavía quedamos unos cuantos que encontramos gusto leyendo en físico y nos cansa un poco leer en pantallas. (Si bien por practicidad y ahora que vivo al otro lado del mundo entiendo la razón por la cual tener libros digitales es más sencillo).

En este lugar se hacen realidad los sentimientos que tenemos al leer libros: entrar a laberintos, perdernos, encontrarnos, pasar por túneles de palabras, no entender el orden, hasta finalmente ver el conjunto y comprender la historia que nos querían contar. The Last Bookstore ubicada en el Downtown L.A se convirtió en mi sitio favorito de la ciudad, al menos hasta que descubrí nuevos lugares.

Que existan librerías así, en donde los libros no solo son mercancía si no una representación artística, es una maravilla que todos debemos apreciar.

La historia del restaurante y la libreria:

Siendo aficionados a la cocina, Sergio y yo no podíamos pasar por una librería sin mirar la sección de gastronomía. Estando allí, los libros destacados eran de aquel pequeño restaurante al que entramos recién bajados del avión. Su nombre: Bäco Mercat, y acá les dejo uno de sus ejemplares mejor vendidos.

Y nosotros entrando como si fuera el “corrientazo” de la esquina.

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