Aún me parece una locura todo lo que ha sucedido desde marzo de 2020 ya es un año de Pandemia. Ninguno de nosotros tenía en sus planes que una pandemia pudiese llegar y cambiar nuestras vidas. Unos se han visto más afectados que otros. Varios han perdido familiares y amigos a causa de un enemigo invisible y mortal. Un virus que transformó al mundo.
La pandemia acabo la normalidad:
Recuerdo bien el último día que tuve que ir a la oficina, fue el 17 de marzo de 2020. En Australia ya había una gran cantidad de casos confirmados. George Street, una de las principales calles del centro de Sídney, pasó de estar llena de gente a estar prácticamente desocupada, las estaciones de Town Hall y Central tenían pocos pasajeros.
Circular Quay, el emblemático escenario donde está el Puente de la bahía y la Casa de la ópera, que semanas atrás durante el verano, turistas de todos los lugares del planeta recorrían y tomaban las fotografías de rigor con dos de los iconos arquitectónicos más representativos de Australia, ahora estaba desierto.
Durante el verano 2019-2020, Australia por estar en el hemisferio sur tiene sus 4 estaciones en diferente orden al hemisferio norte, este país vivió una de las temporadas de incendios más mortales y duras que se han experimentado. Miles de hectáreas de árboles se quemaron y sus cicatrices siguen estando en los que quedaron en pie, recordándonos que nuestra vida es perecedera y que somos seres frágiles.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que otro evento de grandes proporciones, nos recordará esa fragilidad.
En otro post les cuento cómo llegó y cómo se ha manejado el Coronavirus en Australia, y lo afortunados que somos en este país al estar “controlando” la pandemia.
A inicios de 2020, cuando los incendios por fin empezaron a menguar, tuve la oportunidad de presenciar mi primer Australia Day, una fecha polémica de la que les cuento aquí. Pocos días después que llegara el Covid-19 a Australia, se festejó el año nuevo lunar, una celebración asiática de grandes magnitudes, una experiencia única que también tuve la suerte de vivir.
A pesar de la temporada de incendios, pude viajar dentro de Australia y conocer rincones hermosos y su capital Canberra, una ciudad planeada, organizada y llena de museos que recogen la historia de este territorio. El año nuevo de 2019-20 lo pasé encerrada en una habitación de hotel, el humo de los inclementes incendios había cubierto Canberra y había activado las alarmas del hotel. Por seguridad debíamos permanecer en las habitaciones y limitar el contacto con otros huéspedes. Poco sabíamos en ese momento, que justamente esa iba a ser la realidad del año nuevo que empezaba, de aquel 2020.
La pandemia nos mandó a trabajar en la casa:
Días antes de que la pandemia fuera declarada por el Organización Mundial de la Salud, tuve un evento en mi trabajo de ese momento, era viernes y tuve que organizar un mock test de un examen de inglés. Teníamos a varias personas reunidas y después íbamos a compartir una pizza juntos.
Después de terminar el evento, llamé a mis papás en Colombia, ellos muy preocupados, me preguntaban cómo estaba la situación aquí. Yo les respondí muy tranquila diciendo que todo iba súper bien, muy pocos casos y que podíamos estar en la calle sin tapabocas. Poco sabía yo en ese momento, que eso estaba a punto de cambiar.
Ese fue uno de los últimos viernes en “libertad”. Lo que vino después, fue un momento de aprendizaje y adaptación como ningún otro. Empezó la cuarentena y nuestra casa se convirtió en oficina.
La sala es multiusos:
Todos aprendimos a ver nuestros espacios con otros ojos. Las salas de nuestros apartamentos se convirtieron en: bar, restaurante, sala de cine, gimnasio, oficina y biblioteca. Nunca había sentido lo funcional que podría ser una habitación de una casa.
Mi obsesión por los libros de cocina tuvo su repunte en esta época, al igual que encontrar nuevos youtubers que hablaran de platos deliciosos para preparar en casa. La cocina siempre ha sido uno de mis hobbies favoritos, desde muy pequeña he sido aficionada a experimentar con nuevos sabores y colores.
¡Momento de experimentar lo que siempre tuvimos miedo de hacer!
Uno de los platos de los que nos sentimos más orgullosos fue hacer tamal tolimense, uno de los tantos tamales que tiene Colombia. Días antes unos amigos nos había invitado a probar lechona, vale aclarar que ambos platos son de por sí un arte y tienen sus complicaciones a la hora de prepararlos. Pero también estando al otro lado del mundo, no es tan fácil encontrar los ingredientes. ¡La lechona quedó deliciosa!, pero yo no me iba a dejar echar tierra, yo también quería hacer un plato muy colombiano y muy complicado.
Nos fuimos a Thaitown, en el centro de Sídney. Sabíamos que allí podríamos encontrar las hojas del árbol de plátano, indispensables para la receta. Después pasamos por las tiendas colombianas, para conseguir la harina pan y el trigisar.
Finalmente, en los supermercados de cadena, encontramos el resto de ingredientes. Otra amiga trajo la olla y empezamos a hacer una tamalada increíble. Nos tomo cerca de seis horas, pero disfrutamos uno de los manjares que más extraño de mi tierra. Logramos hacer lo que parecía imposible, una de las más valiosas enseñanzas que nos ha dejado un año de pandemia: hacer posible lo imposible.
El apartamento se transformó y se reinventó miles de veces para adaptarse a la situación, al igual que nosotros. Las pantallas nos tuvieron absortos, nos hicieron compañía en los momentos donde más lo necesitabamos. A medida que las restricciones se iban levantando, fuimos recuperando nuestra libertad.
En el futuro si hay forma de convivir con el virus:
Mis amigos en otros continentes siempre consideran que yo vivo en el futuro, debido a la diferencia horaria que tenemos en Australia. Por lo tanto, les puedo decir “desde el futuro”, que es posible tener una vida después de la pandemia.
Tomó trabajo y esfuerzo, no fue fácil, pero podemos decir que vivimos en la “nueva normalidad”. Una fortuna que muchos no pueden tener en estos momentos.
Hoy en día, en Sídney en el único lugar donde es obligatorio el uso de tapabocas es en el transporte público. A día de hoy podemos reunirnos más de 20 personas en una casa, 50 en un parque y se están haciendo celebraciones al aire libre. ¡Somos muy afortunados!
Tanto así que hace un par de semanas tuve la oportunidad de asistir al Mardi Gras, una celebración muy especial que tiene esta ciudad. Allí por primera vez en mucho tiempo pude disfrutar de nuevo de un espectáculo en vivo y de asistir a un concierto donde Rita Ora fue la artista invitada.
No se imaginan lo surreal que fue esta experiencia. Lejos estaba de imaginar a inicios de 2020 que poco más de un año después, un espectaculo al aire libre iba a ser un acontecimiento. Un milagro. El mundo en realidad es otro.
Cambiamos no solo nuestra forma de ver el mundo, también nuestro papel en él:
Ahora que me siento a reflexionar en todo lo que ha sucedido en el último año, solo puedo pensar en sacarle el lado bueno de una situación tan negativa. En Colombia he perdido a muchos conocidos por culpa de este virus, he sentido la separación con mi país al no tener la oportunidad de ir a visitarlo y mucho menos saber cuando podré hacerlo de manera segura.
También he aprendido lo valioso que es el tiempo en el que vivimos. Cómo la tecnología nos ha permitido “estar cerca” del otro.
Este año hemos valorado los talentos de los demás, la fuerza y determinación para lograr salir adelante ante una situación tan complicada. El encontrar la fuerza que muchos no sabíamos que llevábamos adentro, el poder adaptarnos a las circunstancias. Tomar decisiones y establecer pasos para cumplir los propósitos, ser más consciente con mi alimentación, mi salud mental y el medio ambiente, han sido algunas de las lecciones que he aprendido a raíz del confinamiento, lecciones que quiero seguir alimentando durante el 2021.
Espero que todo lo que nos enseñó el 2020 no se pierda en el futuro, que la unidad que logramos tener como sociedad, en donde importaba más cuidarnos los unos a los otros siga prevaleciendo.
Al fin al cabo, estando juntos somos más fuertes.